OSEAS
Tomamos esta
introducción de la Biblia oficial de la Conferencia Episcopal Española.
INTRODUCCIÓN
Características
El
libro de Oseas ha alcanzado a través de sucesivas redacciones una clara unidad
y organización literarias, pero ha conservado tensiones de pensamiento
religioso que hacen su lectura particularmente apasionante.
Cuatro
elementos estructuran la rigurosa unidad del libro:
1)
la fuerte experiencia de una relación personal y del sufrimiento que produce la
ruptura que ha inspirado el modo de concebir la relación de Dios con el pueblo;
2)
el conocimiento de los problemas que afectan al país, así como la incapacidad
de los reyes de conducir al pueblo según los planes de Dios y la influencia negativa
de los sacerdotes en la vida del país;
3)
la conciencia de la confusión del pueblo frente a los cultos corrompidos o idolátricos,
y
4)
la referencia a las tradiciones históricas y populares del pueblo, a partir de
las cuales el profeta interpreta la situación presente y saca las consecuencias
oportunas.
Como
en otros libros proféticos, en algunos textos Dios habla en primera persona.
Más frecuentemente es el profeta quien exhorta, amonesta, amenaza o condena al
destinatario (un grupo o todo el pueblo), introduciendo la palabra del Señor
en tercera persona. La falta de un destinatario explícito obliga a considerar
ciertos textos de Oseas como un soliloquio, una meditación o lamentación, en la
que Dios o el profeta se refieren al pueblo en tercera persona.
Esta
variedad de sujetos y destinatarios, junto con la riqueza de imágenes, hace el
texto particularmente vivaz y atractivo. El vocabulario está inspirado por la
naturaleza, e incluye la estepa, el amanecer y la noche, el rocío, la lluvia y
el viento del desierto, grano, mosto, aceite y vino, lino y lana, oro y plata,
el espino, la zarza y la ortiga, la higuera y el olivo, la encina, el ciprés,
el álamo y el terebinto, vacas y ovejas, el león y la pantera, la osa y los cachorros
de león, los pájaros y la paloma. Oseas describe con escueta precisión cultos
orgiásticos, una fiesta de la corte, o los horrores de la guerra; alude a las
técnicas del cazador y del labriego, del panadero o del ladrón; evoca el
despecho de un hombre abandonado por su mujer, y la ternura, la perplejidad y
la ira del Señor, y es capaz de concentrar en una frase proverbial todo el contenido
de un discurso.
Siempre
han llamado la atención las numerosas menciones de Judá (el reino del Sur) en
un texto que pone su interés en Samaría y el reino del Norte. Oseas parece
mencionar a Judá cuando es necesario poner de relieve la unidad de ambos reinos
en sus orígenes (12,1), en su relación personal con el Señor (6,4), en sus
responsabilidades comunes (10,11), en su infidelidad y en la reacción del
Señor frente a ella (5,10-14), y en la esperanza de un común destino mejor
(2,2).
De
ahí se puede concluir que de las quince menciones de Judá, ocho pertenecen al
texto originario de Oseas (2,2; 5,10.12.13.14; 6,4; 10,11; 12,1) y siete a una
redacción final situada probablemente en Jerusalén después de la caída de
Samaría (1,1.7; 4,15; 5,5; 6,11a; 8,14; 12,3).
La
redacción judaíta interviene cuando el texto permite reflexionar sobre la situación
actual en el reino del Sur, comparar las culpas de ambas naciones (5,5; 8,14),
exhortar a un comportamiento diferente (4,15), prever un castigo (6,11),
expresar la esperanza en la misericordia del Señor (1,7) y reconocer en ambas
naciones un descendiente de la ambigua figura de Jacob (12,3).
Probablemente
sean también resultado de una redacción final la mención del rey David (3,5),
algunas líneas que se integran difícilmente en la unidad textual (en 4,16-19 y
11,1 Os) y Os 14,2-10, un verdadero epílogo teológico, que retoma expresiones
predilectas de Oseas pero convierte su duro mensaje en una incondicionada
promesa de restauración.
División
El libro se puede dividir en cuatro grandes secciones,
precedidas por un epígrafe editorial (1,1), y cerradas por una conclusión
sapiencial (14,10). La «biografía teológica» (caps. 1-3) relata la historia
personal del profeta reela- borada teológicamente sobre la base de algunos temas
importantes del libro. Oseas recibe de Dios la orden de desposar una mujer
relacionada con un ambiente donde la prostitución era una realidad opresiva, de
aceptar como propios a los hijos de ella y de darles determinados nombres (cap.
1). Abandonado por la mujer, el profeta jura castigarla (cap. 2), pero recibe
una nueva orden de Dios de buscarla y traerla a casa (cap. 3). En esta historia
personal se entretejen referencias históricas y reflexiones teológicas (1,7;
2,1-3; 2,16-25; 3,4s) que se superponen e integran hasta constituir el texto
actual, pero que no suponen necesariamente autores diversos. Es probable que un
redactor final haya puesto un cierto orden en la narración. El uso de fórmulas
ajenas al estilo de Oseas, como «oráculo del Señor» o «y ocurrirá aquel día»,
sugiere reconocer en 2,18-25 una elaboración redaccional.
a)
Los capítulos 4-13 reúnen los «oráculos» del
profeta, ordenados luego de modo temático. Os 4-7 tiene como destinatario
principal los sacerdotes yahvistas del reino del Norte, cuyo culto tenía su
centro en Betel. Cada unidad textual se refiere a un aspecto particular de la
acción de los sacerdotes, que el profeta critica ásperamente. Os 8-10 se
concentra en cambio en las complejas relaciones existentes en el culto legítimo
de Dios, o ilegítimo de los baales y de los becerros, al tiempo que denuncia la
si" tuación religiosa y política (cap. 8) y los contactos con Asiría y
Egipto (9,1 -9), alternativamente aliados y enemigos tradicionales de Israel.
Os 11,1-14,1 es de tono meditativo, y se preocupa por las relaciones personales
de Dios con Efraín. La primera persona del Señor aparece en momentos
decisivos, mientras se reducen las interpelaciones al destinatario.
b)
Os 14,2-9 incluye una exhortación del profeta
al pueblo (v.2-4) y una generosa promesa de Dios (v.5-9), que contradice el
final de la sección anterior (13,14).
c)
Un breve epílogo de corte sapiencial (14,10)
reflexiona sobre la totalidad del libro.
Ambiente
histórico y religioso
El
libro de Oseas refleja la crisis política y religiosa que atraviesa el reino
del Norte en la segunda mitad del siglo VIII. Oseas no condena la monarquía.
Algunos textos prevén (1,4; 3,4), o constatan imaginaria o realmente (7,7;
10,7.15), la desaparición del rey. Otros describen la sumisión de la institución
monárquica a los poderosos (7,3; 8,4), y la desilusión que esto genera en el
pueblo. Os 5,1 exhorta a la corte a ponerse en guardia contra esas acechanzas.
13,10.11 afirma el derecho de Dios de establecer o quitar el rey.
La
relación de Oseas con la monarquía es coherente con el turbulento período que
sigue a los cuarenta años de expansión económica y política de Jeroboán II y a
su muerte, en los años 747-746, o 746-745. En pocos meses se suceden su hijo
Zacarías, último descendiente de Jehú (véase 1,4), el usurpador Salún y
Menajén, que lo eliminó un mes después; si bien devolvió la estabilidad al
reino durante diez años. La seguridad con que Oseas habla del ocaso de la
monarquía (1,4) sugiere que el reino de Menajén no ha manifestado aún su
estabilidad. La «descendencia de Jehú» designaría con el nombre del fundador de
la dinastía la casa actualmente reinante, incluyendo los usurpadores. El final
de la monarquía es presentado como consecuencia de una derrota militar en el
valle de Yezrael (1,5).
Desde
el punto de vista religioso, el libro tiene presente la confrontación entre
Dios y Baal, cuyo culto estaba arraigado en el pueblo y en la monarquía e
incluía la prostitución sagrada. La oposición de Oseas a dicho culto culminará
en la reforma deute- ronomista. Aunque el becerro no era probablemente un ídolo, representa sin embargo
un peligro de sincretismo.
El
libro de Oseas ejerció, sin duda, una influencia grande en los profetas y tradiciones
religiosas que lo siguieron: Jeremías, la tradición deuteronomista, Ezequiel y
el Segundo Isaías. Por lo que se refiere al Nuevo Testamento, su influjo se
manifiesta especialmente en las grandes metáforas teológicas donde se
manifiesta: Dios es el agricultor que cuida de su heredad (Mt 15,13, véase Os
10,1); la alegoría de la gran prostituta (Ap 17, véase Os 2), y en este
contexto la mención de Jezabel (Ap 2,20; véase Os 1 y la historia de Nabot).
(8
septiembre 2014)
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