domingo, 7 de septiembre de 2014

Nota 5. Introducción al Profeta Oseas (Biblia CEE)

Nota 5



OSEAS
Tomamos esta introducción de la Biblia oficial de la Conferencia Episcopal Española.
INTRODUCCIÓN
Características

El libro de Oseas ha alcanzado a través de sucesivas redacciones una clara unidad y organización literarias, pero ha conservado tensiones de pensamiento religioso que hacen su lectura particularmente apasionante.
Cuatro elementos estructuran la rigurosa unidad del libro:
1) la fuerte experiencia de una relación personal y del sufrimiento que produce la ruptura que ha inspirado el modo de concebir la relación de Dios con el pueblo;
2) el conocimiento de los pro­blemas que afectan al país, así como la incapacidad de los reyes de conducir al pue­blo según los planes de Dios y la influencia negativa de los sacerdotes en la vida del país;
3) la conciencia de la confusión del pueblo frente a los cultos corrompidos o ido­látricos, y
4) la referencia a las tradiciones históricas y populares del pueblo, a partir de las cuales el profeta interpreta la situación presente y saca las consecuencias opor­tunas.
Como en otros libros proféticos, en algunos textos Dios habla en primera persona. Más frecuentemente es el profeta quien exhorta, amonesta, amenaza o condena al des­tinatario (un grupo o todo el pueblo), introduciendo la palabra del Señor en tercera persona. La falta de un destinatario explícito obliga a considerar ciertos textos de Oseas como un soliloquio, una meditación o lamentación, en la que Dios o el profeta se re­fieren al pueblo en tercera persona.
Esta variedad de sujetos y destinatarios, junto con la riqueza de imágenes, hace el texto particularmente vivaz y atractivo. El vocabulario está inspirado por la naturale­za, e incluye la estepa, el amanecer y la noche, el rocío, la lluvia y el viento del de­sierto, grano, mosto, aceite y vino, lino y lana, oro y plata, el espino, la zarza y la or­tiga, la higuera y el olivo, la encina, el ciprés, el álamo y el terebinto, vacas y ovejas, el león y la pantera, la osa y los cachorros de león, los pájaros y la paloma. Oseas des­cribe con escueta precisión cultos orgiásticos, una fiesta de la corte, o los horrores de la guerra; alude a las técnicas del cazador y del labriego, del panadero o del ladrón; evoca el despecho de un hombre abandonado por su mujer, y la ternura, la perpleji­dad y la ira del Señor, y es capaz de concentrar en una frase proverbial todo el con­tenido de un discurso.
Siempre han llamado la atención las numerosas menciones de Judá (el reino del Sur) en un texto que pone su interés en Samaría y el reino del Norte. Oseas parece mencionar a Judá cuando es necesario poner de relieve la unidad de ambos reinos en sus orígenes (12,1), en su relación personal con el Señor (6,4), en sus responsabi­lidades comunes (10,11), en su infidelidad y en la reacción del Señor frente a ella (5,10-14), y en la esperanza de un común destino mejor (2,2).
De ahí se puede concluir que de las quince menciones de Judá, ocho pertenecen al texto originario de Oseas (2,2; 5,10.12.13.14; 6,4; 10,11; 12,1) y siete a una redacción final situada probablemente en Jerusalén después de la caída de Samaría (1,1.7; 4,15; 5,5; 6,11a; 8,14; 12,3).
La redacción judaíta interviene cuando el texto permite reflexionar sobre la situación actual en el reino del Sur, comparar las culpas de ambas naciones (5,5; 8,14), exhortar a un comportamiento diferente (4,15), prever un castigo (6,11), expresar la esperanza en la misericordia del Señor (1,7) y reconocer en ambas naciones un descendiente de la ambigua figura de Jacob (12,3).
Probablemente sean también resultado de una redacción final la mención del rey David (3,5), algunas líneas que se integran difícilmente en la unidad textual (en 4,16-19 y 11,1 Os) y Os 14,2-10, un verdadero epílogo teológico, que retoma expresiones predilectas de Oseas pero convierte su duro mensaje en una incondicionada promesa de restauración.
División

El libro se puede dividir en cuatro grandes secciones, precedidas por un epígrafe editorial (1,1), y cerradas por una conclusión sapiencial (14,10). La «biografía teológica» (caps. 1-3) relata la historia personal del profeta reela- borada teológicamente sobre la base de algunos temas importantes del libro. Oseas recibe de Dios la orden de desposar una mujer relacionada con un ambiente donde la prostitución era una realidad opresiva, de aceptar como propios a los hijos de ella y de darles determinados nombres (cap. 1). Abandonado por la mujer, el profeta jura castigarla (cap. 2), pero recibe una nueva orden de Dios de buscarla y traerla a casa (cap. 3). En esta historia personal se entretejen referencias históricas y reflexiones teológicas (1,7; 2,1-3; 2,16-25; 3,4s) que se superponen e integran hasta constituir el texto actual, pero que no suponen necesariamente autores diversos. Es probable que un redactor final haya puesto un cierto orden en la narración. El uso de fórmulas ajenas al estilo de Oseas, como «oráculo del Señor» o «y ocurrirá aquel día», sugiere reconocer en 2,18-25 una elaboración redaccional.
a)        Los capítulos 4-13 reúnen los «oráculos» del profeta, ordenados luego de modo temático. Os 4-7 tiene como destinatario principal los sacerdotes yahvistas del reino del Norte, cuyo culto tenía su centro en Betel. Cada unidad textual se refiere a un as­pecto particular de la acción de los sacerdotes, que el profeta critica ásperamente. Os 8-10 se concentra en cambio en las complejas relaciones existentes en el culto legíti­mo de Dios, o ilegítimo de los baales y de los becerros, al tiempo que denuncia la si" tuación religiosa y política (cap. 8) y los contactos con Asiría y Egipto (9,1 -9), alter­nativamente aliados y enemigos tradicionales de Israel. Os 11,1-14,1 es de tono meditativo, y se preocupa por las relaciones personales de Dios con Efraín. La prime­ra persona del Señor aparece en momentos decisivos, mientras se reducen las interpe­laciones al destinatario.
b)           Os 14,2-9 incluye una exhortación del profeta al pueblo (v.2-4) y una generosa promesa de Dios (v.5-9), que contradice el final de la sección anterior (13,14).
c)            Un breve epílogo de corte sapiencial (14,10) reflexiona sobre la totalidad del libro.

Ambiente histórico y religioso

El libro de Oseas refleja la crisis política y religiosa que atraviesa el reino del Norte en la segunda mitad del siglo VIII. Oseas no condena la monarquía. Algunos textos pre­vén (1,4; 3,4), o constatan imaginaria o realmente (7,7; 10,7.15), la desaparición del rey. Otros describen la sumisión de la institución monárquica a los poderosos (7,3; 8,4), y la desilusión que esto genera en el pueblo. Os 5,1 exhorta a la corte a poner­se en guardia contra esas acechanzas. 13,10.11 afirma el derecho de Dios de estable­cer o quitar el rey.
La relación de Oseas con la monarquía es coherente con el turbulento período que sigue a los cuarenta años de expansión económica y política de Jeroboán II y a su muerte, en los años 747-746, o 746-745. En pocos meses se suceden su hijo Zacarías, último descendiente de Jehú (véase 1,4), el usurpador Salún y Menajén, que lo elimi­nó un mes después; si bien devolvió la estabilidad al reino durante diez años. La se­guridad con que Oseas habla del ocaso de la monarquía (1,4) sugiere que el reino de Menajén no ha manifestado aún su estabilidad. La «descendencia de Jehú» designaría con el nombre del fundador de la dinastía la casa actualmente reinante, incluyendo los usurpadores. El final de la monarquía es presentado como consecuencia de una derro­ta militar en el valle de Yezrael (1,5).
Desde el punto de vista religioso, el libro tiene presente la confrontación entre Dios y Baal, cuyo culto estaba arraigado en el pueblo y en la monarquía e incluía la pros­titución sagrada. La oposición de Oseas a dicho culto culminará en la reforma deute- ronomista. Aunque el becerro no era probablemente un ídolo, representa sin embargo un peligro de sincretismo.
El libro de Oseas ejerció, sin duda, una influencia grande en los profetas y tradi­ciones religiosas que lo siguieron: Jeremías, la tradición deuteronomista, Ezequiel y el Segundo Isaías. Por lo que se refiere al Nuevo Testamento, su influjo se manifies­ta especialmente en las grandes metáforas teológicas donde se manifiesta: Dios es el agricultor que cuida de su heredad (Mt 15,13, véase Os 10,1); la alegoría de la gran prostituta (Ap 17, véase Os 2), y en este contexto la mención de Jezabel (Ap 2,20; véase Os 1 y la historia de Nabot).

(8 septiembre 2014)

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